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Let’s face it, writing is hell.
William Styron

martes, 19 de enero de 2016

III

iii


era como buscarse a uno mismo. coronados con la simpleza, salvados del fuego,
volátiles y curiosos, ya no quedaban tantas memorias de mamámunda, así paso el
tiempo de un verso al año, de pronto como pasa el cometa con su cola de fuego:
entonces llegó el cine, y hollywood con la fortuna del fin del mundo. éramos tan
indiferentes a las paredes de piedra, a las escalinatas altas y a los lugares de
sacrificio donde aún entonces mujeres indígenas iban con sus ofrendas de copal y
candela, cubriéndose del frío y sintiendo el aroma de sus gentes, un olor que salía
del fondo de la tierra sin pena ni miedo, un aroma dulce como de muerto orgánico y
viviente creciendo, redimido por la misma tierra, un olor feliz como a recobrados
ánimos sudorosos, pero antes de eso era un olor a olvido en las ciudades, y el olor


del olvido apesta/ entonces era difícil guardar una esperanza por pequeña y por
natural que fuera en las mujeres o en los niños, porque los hombres se fueron,
salieron de sus casas sin nada y juraron regresar a reconstruir sus aldeas/ iban directo
al desierto del norte huyendo entre la maleza de hombres muros/ directo a la
tentación y al hambre por las remesas de macdonalds/ volvían algunos con los ojos
secos y se volvían a ir/ regresaban otros con las manos enjutas, y volvían a irse/
llegaban otros sin piernas, y se volvían a ir porque agarraban palos de mazorca que
en el camino se les volvían piernas, o elotes llenos que luego se les volvían risa, sólo
así lograron irse, porque el mar había vomitado cascabillos y del cielo habían llovido
brazas, y los gatos lloraban como niños, y los perros atacaban las manos de sus amos
y los niños terminaban mordiendo a los perros por el hambre/ las mujeres más bellas
habían salido por algo de esperanza a las ciudades y volvían ofendidas por todos y
violadas, algo de todo eso se me quedó en la sangre, algo de esos puentes rotos por
metralla, algo de esos cuerpos hinchados a plena luz del medio día sonriendo
engusanados sin nadie que los enterrara en la casa del suelo. terminaban destrozados
lentamente por la noche llena de insectos que para mayo se volvían inmortales en las
manos de los enamorados, sin saber que llegaban volando a la ciudad con el alma de
los muertos sin nombre:

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