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Let’s face it, writing is hell.
William Styron

martes, 19 de enero de 2016


Cómo leer Deliriosaurios (tpa58) Ediciones Maximón 2011/ Juan Calles

Erótico, multidimensional, onírico, fluidos humedeciendo los muros de los textos que tienen una dimensión voluptuosa. La descripción y el relato terminan siendo enervantes voluptuosos. El texto propone transformaciones perpetuas, copulaciones hirvientes que crean vida, que crean textos. Oliveros propone una lucha entre la lógica de la lectura y la alta marea de la imaginación. A quien le falten brazadas en la imaginación se le dificultará entender esta propuesta atiborrada de palabras.
El génesis reproduce una especie de vida perfecta pero no apacible, una especie de continuum a gusto del escritor; que se siente cómodo con lo que dice, con lo que va dejando a su paso como una babosa que regresa la mirada sobre su camino brillante, y se dice a él mismo, nadie podrá decir que no pasé por aquí, se asegura que su paso sea advertido, seguro habrá quienes arrugen la cara con gesto de asco, en este caso con cara de confusión, habrá quienes embelesados sigan el rastro brilloso sin preguntar, sin indagar, hasta encontrarse con la oruga que fuma y bebe y convoca palabras pocas veces escuchadas. El alarde no sirve de nada si no se sustenta con más creación, sólo el tiempo dirá si Oliveros se conforma con fumar, beber, alardear o seguirá manchando los caminos con letras y tinta.
Hace ya más de un año que lo escuché leyendo sus textos, esa noche no pensé en alarde, esa noche me quedé con el brillo de sus declaraciones, puras, duras, sucias, y en su conjunto agradables. No conocí de el más que su propuesta mínima, un par de palabras que cruzamos entre chela y cigarros. Y su actitud amable y complaciente con todos los presentes. Pensé que pronto escucharía más de él. No estaba equivocado. Cada vez que lo escuchaba leer sus textos sin más intención que compartir sus desvelos, me hacía a la idea de estar frente a la posibilidad de obtener textos imaginativos, nuevos y frescos.
Al mismo tiempo recordaba a un puñado de chavos que igual que él, pero años atrás, se apresuraban a publicar y a inscribirse a los listados de la posguerra, esa loca carrera editorial acabó con ellos, hoy se han quedado sin nada que decir, o quizá lo que dicen ya no importa. Agotaron ese material que las babosas usan para marcar su camino. Ruego que éste no sea el caso de Oliveros; y que este sea solo un ensayo de todo lo que tiene que mostrar, que no se agote y que perfeccione el uso del martillo y el cincel; esto dicho de una forma puramente literaria.
Después de leer por primera vez el borrador de “Deliriosaurios” pensé que Oliveros era un agitador, un escritor en útero, que su propuesta para el lector iba dirigida a que se sintiera bien, un libro de superación personal, que el lector se despojara de toda esa pesada carga humana y se convierta en un animal sin moral, sin prejuicios, sin ascos y se lance en una vorágine de sexo animal. Oliveros espera que al leer, que al avanzar renglón tras renglón, nos despojemos de nuestro ser humano y seamos animales y entendamos los húmedos muros de sus textos. Todo dependerá de vos que tenés o tendrás el libro entre las manos. Sin embargo, la segunda noche, “Deliriosaurios” me esperaba palpitando en la pantalla de la computadora. Lo leí lentamente, línea a línea, y entonces me encontré con un texto que sin el efectivismo de lo soez y la procacidad lograba encajarte ganchos al hígado y rectos a la mandíbula.
Así que me atrevería a sugerir que lean, lean lento, no se apretujen el cúmulo de palabras en la boca y en el cerebro, lean, lean lento, fumen tabaco, aflojen la corbata, pongan incienso, abran el vino. Oliveros convoca a un ritmo esquizofrénico: frases, oraciones, párrafos, que algunas veces parecen inconclusas, inconexas, pero al final del párrafo, o de la noche, encontrarán el sentido, o se lo adjudicarán, y creerán que quiso contar algo. En realidad es la descripción de un sueño colectivo al que asistimos porque no nos queda más remedio. Si has vivido y has estado despierto durante los últimos diez años en este país, comprenderás. Si a pesar de estar en este plano de la realidad no has estado atento a los ruidos y olores que Oliveros propone, vas a creer que estas perdiendo el tiempo con estos textos entre las manos y el libro no va a pasar de ser un acumulador de polvo en la mesita de noche, en el mejor de los casos, en el peor de ellos, si querés parecer interesante dirás que el libro es una porquería.
Insiste Oliveros con la neuro-lingüística, insiste en su intento de humedecernos el cerebro y la libido. A estas alturas de la lectura nos lanza versos como “sube el orgasmo de la luna y las estrellas rameras del azar contemplando el orgasmo de dos incestuosos falos circulares que ascienden como un fuego en aumento hasta el mediodía en espasmos y delirios de jaguares” y nuevamente convoca ese espíritu animal del que hablan los libros sagrados de los mayas, del que habla Asturias en su Mulata de Tal.
Si sobreviviste a la parte introductoria, si continuaste, si la persistencia del tiempo inventado por Oliveros te permitió llegar hasta la sección titulada El Nacimiento de Khan, entonces puedo decir bienvenidos/as; aquí hay noticias, que son buenas y malas al mismo tiempo, todo depende de la parafilia con que evalués. Luego de la tremenda descripción introductoria, Oliveros narra y se vale de las milenarias herramientas de las que la historia de la literatura universal da cuenta. Sigue inventando un mundo, esta vez cercano, esta vez de aquí de la septentrional selva petenera.
Y nos cuenta de la bisabuela Munda y nos lo cuenta en el más Asturiano de los lenguajes. La voz de don Miguel Ángel resuena en los “corredores recientes” de la casa materna. Es agradable que un escritor joven como Oliveros regrese a Asturias, luego de ser presumidamente rechazado y negado por la generación de la posguerra. Es agradable encontrarse con este quizá único resabio de identidad chapina; en verdad es una celebración encontrarse con una narrativa inequívocamente guatemalteca. Porque podés leer cualquier libro publicado entre la segunda mitad de los 90 y la primera de los 2000 y puede ser de cualquier país del mundo, y no hay identidad en ellos, salvo raras excepciones.
Éste no es un ensayo literario y la intención tampoco es analizar el texto, ni conjeturar lo que Oliveros nos quiere decir con su avalancha de palabras. Esto es más bien un manual para leer a Oliveros; un manual para no claudicar aturdidos, un mapa furtivo para encontrar la salida al laberinto, por lo tanto me veo en la necesidad de asegurar que la Sección IV ya es una ruta más relajada y segura; la impresión de las clases sociales y las pedanes tribus urbanas que eligen símbolos para su petulancia, son descritas en el texto con sinceridad y sin revanchismos, sólo registradas para conocerlas, para admirarlas u odiarlas o pasarlas de lado. Una buena forma de llevarnos de la mano a esos tugurios pequeño burgueses que de tanto provincialismo dan hueva.
Ya estamos en la recta final, para entonces nos encontramos con un genuino doctor loco, un verdadero conjeturador sin pudor, asignando animalidad y erotismo a las frutas, toma prestadas palabras y formas, diálogos y olores, baja los cuadros de sus viejos estantes y nos sumerge la cabeza en una cubeta llena de sangre. Antes de la asfixia nos permite un respiro, un ultimo jalón de oxígeno y nos dice: “adiós hijos de puta el mundo no es bueno por las buenas/ hasta aquí para mí/ sigan con su película rancia/ el hombre disuelto en la tierra se consume como cualquier animal y termina.” Imagino a Oliveros sobándose las manos, relamiéndose los bigotes, calculando que para estos momentos estaremos a nuestra forma y modo conjeturando, obligándonos a entender el laberinto, rasgando los muros de sus textos. Imagino a Oliveros sacándose el octavo de la bolsa de atrás del pantalón, dando un largo sorbo, sobarse nuevamente las manos, eligiendo palabras y formas para el próximo párrafo, para la próxima inmersión en esa cubeta de sangre que nos ha preparado en un caldero brujo de su abuela Munda y le ha nombrado “Deliriosaurios”.
Con esa finalidad o sin ella, el ejercicio literario de Oliveros se salta las trancas de la tradición, transformándola. Niega a la autodenominada generación posguerra, destruyendo el snobismo literario que la caracteriza,  retrotrayendo las formas y las palabras, la temática, lo maya, la diferencia de clases, que a pesar de los Acuerdos de Paz y las elecciones cuatrienales, aún existen, aún están allí. Por supuesto que Oliveros aún se ve influido tanto por la tradición como por la Generación X. Es decir, no está inventando una nueva forma literaria; sin embargo, tiene la testosterona suficiente para tomar de los dos y llenar la pantalla con letras como cubetas de sangre.
Y para antes del final Oliveros nos reserva algunas confesiones, nos permite acercarnos a él como persona, se confiesa desarraigado de la Historia. Sin embargo todo este texto está empapado de su historia personal, no es contradicción, es confusión. Se disfraza y trata de confundirnos con versos-prosa, duros y violentos, y su sensibilidad está allí en los adjetivos calificativos, en el núcleo del sujeto, y nos da una muestra más de su influencia, utilizando la supuesta modernidad chapina, el supuesto atraso nacional, utilizando la publicidad cochina que se metió en la literatura de los escritores de la primera década de los dos miles, hasta llevarnos a esas confesiones personales y se despide diciendo “Peleaba contra ellos el niño espacial a través de los ultrasonidos, como un anuncio de lo porvenir.” El niño espacial deja para la eternidad estos Deliriosaurios que corren desnudos hacia el pluscuamperfecto de la palabra hoy.

JUAN CALLES (poeta guatemalteco)

UNDO/ INTRO

undo




:oíste que dijeron:


háganse las infinitas cristalidades momentáneas y las sempiternas floraciones
existentes sobre la gota de una lágrima condensada, entre los brazos de la nada, entre
los cuerpos geométricos de la expansión universal donde saltaran al cielo los
verdaderos cuerpos unidos de una cooperación erótica entre la materia y el alma,
entre la sal y el sol vuelto una esquirla pequeñita en la retina del mundo: para ser
delfín viviente habían pasado ya los primeros seres huraños escondidos entre las
oscuras rocas, flotando o subiendo en breves pasos solitarios y plenos hasta los
trilobites inquietantes que dejarían sus cuerpos dormidos entre el barro de los mares
secos, de las olas memorizadas por las riberas de los barrancos, de los ruidos
marítimos que le enseñaron a hablar al mundo con rugidos bastos como de leones
siderales que no alcanzaban a crecer, hasta que la luz y el agua solidificaron la unión
de los peces y los árboles, de los cangrejos y la vida a la intemperie entre vivencias
simbióticas de animales con aletas y patas de tortuga, de ballenas con moco de
elefante y agallas con cola de mono, de jirafas manatíes amamantando a sus crías
como tepocates anfibios lanzando sus voces biológicas por las geografías
transatlánticas y pacificas: cada uno buscando su comida con las hambres vivientes
en la cadena orgánica donde mundos se topaban hasta formar los ojos de las
serpientes que antes eran microbios porosos: para saltar como una ofrenda a la boca
del águila: que antes había sido insecto emplumado: como antes había sido sustancia
milagrosa regada por el aire hasta buscar sus propias alas en la unión infinita en la
cadena de hambres lumbreras que buscaban en el viento el alimento crudo de las
primeras angustias sagradas por salvar la vida a costa de la muerte del otro: de la
ofrenda que también agradecía ser comida para ser preservada y liberada: así fue
como la espora fue pez naufragando hasta dominar la epidermis de los mares
santuarios: como el reptil se tornó volátil crisol de alas y viento: aventado al cenit
por los vapores invisibles que soltaban las montañas atómicas donde se fundía el
hierro con el barro y se abrazaban grandes poderes hasta formar diamantes en los


vientres de la roca: grandes máquinas naturales filtrando fuego y agua, expulsando
vapor y lava: llenando de microorganismos mitológicos e imaginarios los mares y
los cielos: los bosques y los desiertos: siendo de nuevo: el origen: semen semilla:
buscando juntarse con los elementos básicos que volvían luz el sentido mecánico de
estar germinando en una pelea subterránea entre raíces y coleópteros cegados por los
resplandores de las gemas ígneas del cielo del subsuelo: de las nubes fangosas entre
las entrañas de la tierra hasta el fuego básico en el centro del óvulo viviente: como
erotismo perenne perforado por las cofias frágiles hasta los diamantes en ebullición
donde se nutrían las flores y los frutos expulsados del paraíso a la raíz de las
semillas genéticas de la oscuridad latente:


no había nadie que supiera que estaba amaneciendo nuevamente en la gruta de
chauvet, y ninguno que supiera la hora del sueño, eran momentos que sólo podemos
imaginar cómo primeros, como sagrados a punto de ser escritos por profetas y reyes,
por escribas en lascaux, por originales y perfectos animales con un metalenguaje de
sonidos mares, palabras pájaros y ruidos imitados en la noche del génesis cuando
brotaban de los días imaginarios del sueño de la vida, mujeres que dibujaban
bisontes y escenas de caza, con sus varones matizados sobre la roca en medio de un
mamut altamirano, con sus hijos jalando pequeñas redes llenas de caracoles
fantásticos que brillaban bajo el agua como pequeñas nebulosas nacaradas: fue ya en
esos días cuando la voz, una voz intermitente que dictaba palabras y versos, los
mismos del ramayana que vibraban cuando recitaban en las montañas sus canciones
sobre el primer hombre y el paraíso, ya había historias sobre transformaciones
fantásticas de hombres que no eran de éste mundo, ángeles cavernícolas, sagrados
neanderthales con alas arcángeles de batracios sin pies ni manos, que luego como
por magia terminaban hincados con pies de león y rostro de águila preguntando a
todo el mundo el porqué de la existencia, orden y caos fueron a la vez el cosmos,
sobre el tiempo bíblico de tomos vedas y signos en medio de dibujos en piedra,


torres de babel donde se confundieron los nombres por sus lenguas y cada uno hizo
caminos de uno a otro lado del mundo para vivir en residenciales en los suburbios
que luego serían ciudades códices donde el fluir de la vida ya no tendría tanta
importancia para ninguno:

LA TIERRA TEMBLÓ/ 0

la tierra tembló.


esa noche parió una luna y con ella llegaba un niño envuelto en su propio
resplandor. los dos eran uno como siameses multitudes. días. sol crucificado.
¡boyacá, boyacá! ¡ahokà! el sol que mata estrellas, fuegos luceros y tiernos suspiros
sonámbulos: luna, luz de luna, luna de luz, y sol repetido. solitarios los dos rodeando
al mundo, como novios que no se llena a casar. fortunas manchadas de la tierra,
estelas hembras y rayos muchos sobre el mundo naciéndoles hojas, rayos de sol y de
sombra que germinan amarrados del sol y la luna, que se llaman y se agitan
haciendo el amor a plena luz con su luz/ llenas están las montañas de los preñados
rayos creciendo como trigales: sube el orgasmo de la luna y las estrellas rameras del
azar contemplando el orgasmo de dos incestuosos falos circulares que ascienden
como un fuego en aumento hasta el mediodía en espasmos y delirios de jaguares y
gritos que empiezan con murmullos que ascienden con cantos pájaros entre la gema
selvática como jícara mágica como bombo silvestre que grita sonoro que salta,
tambor de tortuga entre la laguna sobre las copas follaje herbívoro /soplando/
saltando lenguas/ sumergiéndose en el cielo de la boca/ pájaros carpinteros haciendo
agujeros negros en los espacios que deja la luna en el mar colibríes comiendo brillos
entre cantos de grillos gritando estelares faldas güipiles/ ráfagas hechas de panza de
iguana dorada y reptiles ruidero en el estómago del bosque como de avispas
sedientas en el polvo flotando hambres sagradas que vagan como tigres jaguares
como leonas gatas/ ríos que se dialogan en la sumisa contemplación de sus razones
troncos cubiertos de hongos sumideros escondrijos/ flautas en el laberinto de los
pinos eucaliptos de tierra árboles enterrados contra pirámides escondidas entre


montañas volcanes gemidos eróticos flautas simbióticas de colores rojo naranja azul
amarillo libre y dorado/ negro de estela lunares/ todos los monos jugando a no
dejarse ver/ todas las víboras de rama en rama cazando y zumbando como abejas
cascabeles sumidas ocultas jugando al bien y al mal con o sin velos ramas, con o sin
cielos nubes/ vamos llegando al bosque más tupido, al más escondido, vamos
oyendo el gemido/ los animales haciendo animales por todos lados como dioses
desnudos/ saber sin crímenes ni vírgenes, solitarios como astros mundos y las estelas
calladas con sus grabados eternos como cuerpos mudos brillando:

KHAN/ I

khan




khan dijo: me llevaste con tus pequeñas manos a los señores sagrados en las casa de
los parientes vivos, con sus rostros grandes perforados por la luz tolteca/ me llevaste
de la mano y pude ver con tus ojos de nanamama:

:un ojo maya/ un ojo azteca:



éste es el principio me dijiste con tu tibia voz de nana sabia. este es el comienzo
inventado de los días sagrados, dijo. era como al final de la era atómica y ballardiana
(se podía oír aún el ruido del fuego sobre las ciudades y el estruendo gigante del
último grito humano):



nacimiento de khan:

o el invento de un hombre

en el útero de una mujer-metáfora:



..dentro no había nada: era como estar contenido en una burbuja como al principio
del principio de todos los principios escritos en los libros rodeado de agua en
sayaxche/ nadando en cenotes que reflejaban otro mundo: contenido en el incendio
dérmico del principio del cenit y de la tierra, girando contra la epidermis y los
líquidos oía a lo lejos la ceremonia pre-hispánica, latinos como bombos coloniales,


y plumas cascabeles, lunares negros y fondos atigrados de tzutuhiles trasversales/
eran perros bravos con sus corazas de estaño los que oí bajar de sus naves/
clorofílicas arterias que veía como raíces corporales, como cuando se derrumba una
torre de naipes. oí el primer grito de mi tierna nana, y mis manos buscaron pelear
contra el pellejo de jade y romper el cascaron de carne. salir era como una necesidad
de empujar y gritar palabras que eran gruñidos como un pequeño sacrificio nativo,
sangre corriendo por los ríos de la habitación humana, nanamamá, yo pateando, yo
abriendo con las manos un túnel de tejidos como topo, como escarabajo; luchando
contra la piel muro, piel chamarra del cielo, tierna piel como sábana de nueve
meses, tierra porosa que en el centro es selva. con los ojos sellados, con la boca
sumergida. luego el lodazal del vientre, la materia primordial, completamente
mojado y sin fuerzas, un poco ahogado en mi misma respiración, dentro de un ataúd
de venas y vasos, de copas y platos, dentro de un cubículo oscuro resonante, hundido
en lo profundo de la inmensidad de la nanamama, hasta que llegaron los curanderos
magos, y lograron sacarme con fórceps de pedernal y tenazas de stainles steel.
parecía una guerrera dormida nanamama. noche de la oscuridad roja de tanta sangre.
escupido por agua y lodo, lavado con el río de los ojos y las orejas y la boca hasta el
ansiado llanto hecho un grito a esa hora de la noche/ ya era madre/ así nació khan.
esa noche su primer llanto fue un terremoto/:

TRAVESIA INTERNA/ II

travesía interna:


mamá munda



regresamos de la jungla, de la tierra revuelta con raíces emigrantes heredadas de los
silencios frutales, y adentro de la ciudad intestinal, mientras caminábamos por esos
corredores recientes me dijiste el secreto de siglos/ que mi bisabuela tenía un poder
misterioso con las palabras/ que todo lo que decía se volvía realidad, que todo lo que
pronunciaba era creado, que todo lo que mencionaba o nombraba revivía, que había
dicho mi nombre y el tuyo, que nos había ido recreado en su memoria y dicho de
cómo llegarían a ser las cosas de la vida, (oía tu voz como al principio, atento al


mundo reciente, como si todo fuera creado con las palabras una cosa tras otra, tras
otra, tras otra), ella, nos había dado la vida-espejo, luego de hacer sus cántaros de
barro, después de hacer sus esculturas de arcilla, luego de cocer el maíz y molerlo en
piedra, luego de cocinar el pan de todos, la tortilla, ella había dicho las palabras para
que nosotros naciéramos, ella fue la que esculpió la masa y formó los cuerpos, y nos
enseñó de que éramos/ nos dijo, nos aconsejó/ a sacrificarnos por las palabras, ha
llorar en ellas lloviendo, y creó sus catorce o quince o dieciséis millones de hijos sin
una queja. mamá munda se llamaba. podía detener el sol con un dedo y los tornados
los des-hacía con cruces escritas en el suelo con ceniza; sabía el por-venir y los
encuentros de las estaciones giratorias en las estrellas a punto de morir, porque sabía
que las palabras eran poderosas por eso no hablaba tanto, mamámunda rezaba,
mientras el fuego ardía y ella leía los presagios con voz latente, con voz de tuza en
llamas, con voz de maíz, con voz de fuego (sonido de tambores), con el gran cielo
por arriba y por debajo, tum, con la sangre de las gallinas degolladas, con la mística
sangre del cordero, con la cruz de ocote, con el manojo de ajos, con el camino
empinado de los lodazales, siendo su voz haciéndonos, marcándonos con su voz
indiana y mestiza como dos bocas abiertas en el mismo espacio, con su voz de
pájaro, con su lamento atigrado de morenos ropajes, con sus sonidos de animales
jaguares y todas las arquitecturas rostrales, con los volcanes y su pecho negro, con
los hocicos de los quetzales vestidos de saraguates y su plumaje de obsidiana
afelpada, de pedernales incrustados en mi boca/ madre munda/ con el silencio
enamorado con el que molía cada grano de la noche, con el sabio ruidero de tripas,
con el lamento de los intestinos curtidos, con el hambre heredada en los orígenes de
los desiertos nómadas, oíste las voces de los eclipses nana mamá, con el hambre que
era una bendición pagana venida de los gusanos postreros. oíamos: éramos más de
veinte y más de mil, toda una generación de hambres y miserias místicas y la lengua
de todos ardiendo alrededor de una fogata pequeña en el centro del fuego/ oímos/
golpe tras golpe en la oscuridad/ mejor no saber de nada, mejor nos quedamos
sentados, mejor nos callamos, mejor no miramos, mejor no decimos todo esto, que




bon, bon, bon,

tum, tum, tum

um, om, am,

tum, tum, tum



la memoria alterna de

las madres solas



que alegre y silente bosque de las memorias, brujito, de los cuartos sencillos de esa
casa, donde la abuela había criado a sus hijos: unos mayas y otros mestizos, unos
criollos y otros ladinos, donde las mujeres venden sus corazones sin cuerpo, brujito,
donde todos los ángeles de la iglesia bajan hambrientos y mal vestidos entre los
caminos de lodo a comprar amor con llanto, brujito, las memorias que oíamos
palabra a palabra en la sola contemplación radiante de las estelas de luz flotando,
memorias de una mama mayor que conocía de cómo el silencio se volvía una
palabra conectada en silabas que se alargaba hasta formar oraciones plegarias que
formaban en una sola voz la historia de una persona plural creciendo en versos:
oíamos al brujito: será una la que llene esta tierra sin padres, porque hubieron
hombres gallinas, porque hubieron guerras y muertos lombrices, ni hambre, sino
venganza contra si mismos, porque los niños fueron criados por una quimera, entre
hombre-mujer ensueño, entre macho y hembra, invención fantástica sin falo, con
dos pechos por donde brotaba la leche amarga y la miel salada, monstruo de
ternura con torso de valquiria, sin alas, con piernas de mármol para rodar la tierra
y manos llenas de harina y uvas, ser de vientre formidable, con uñas de tigra, con
pelo largo y suelto donde los piojos le susurraban adivinanzas…, con un pubis de
donde brotaran indios mestizos, criollos ladinos, gentes morenas y blancas, de dos


leguas, pegados como siameses legendarios, quimera padre-madre, creación de este
tiempo de madres solas// :



delirio puro en la mente




llevaba esa sangre hambrienta y ruidosa, al fin, sangre de carabeleros asaltantes,
románticos caza fortunas, infortunados con suerte de gato, vividores de esclavos,
lunáticos, padres nuestros con hambre traída del otro lado del mundo revuelta con
sangre pura de héroes selváticos y cerbataneros desnudos. corazón del cielo raíz de
lo terreno, mamá munda diciendo: crecí, me veo al espejo y tengo unos brillos en los
ojos como si me los hubieran bañado, mi madre sigue soñando y en su sueño me
habla de todas las cosas de la vida en las que pudo soñar y comer en paz y las vuelve
un arte sin darse cuenta, me cuenta sobre el olor de cada persona y su mirada, me
habla que la gente hace daño hasta con el pensamiento, y ya no ve muy bien, parece
cada vez más pálida y esta siempre a punto de dormirse para siempre. me voy
volviendo frente al espejo, vestida de negro, con zapatos que me quedan grandes en
tiempo presente, con todas las corbatas de mi tío y me miro como un maximón, con
un libro biblioteca bajo el brazo, con la pelota rebotando en tiempo pasado, con los
primeros cigarritos: